Por Karina Perez
Una famosa anécdota de la década del 60 cuenta que el entonces Presidente de Estados Unidos, John Kennedy, en una visita a la NASA, saludó a uno de los encargados del aseo en esta instalación ubicada en Cabo Cañaveral. Después de darle la mano, le preguntó: “¿Y usted qué hace aquí?”, a lo que el empleado contestó: “Estoy ayudando a poner un hombre en la luna”.
La escena -ficticia o no- es perfecta para ejemplificar lo que es un trabajador comprometido y que va más allá de sus funciones concretas, que se “pone la camiseta”, como se dice.
En Robert Half, sabemos que una fuerza laboral comprometida es productiva, pues los empleados que trabajan conectados con la misión y visión de la organización se sienten valorados y contribuyen en formas reales y tangibles. Así lo demuestran varios estudios que relacionan compromiso y productividad, exhibiendo un aumento en la innovación, el rendimiento y el desempeño final, así como importantes reducciones en los costos relacionados con la contratación y retención de talento en los mercados altamente competitivos, menores costos de operación, mejor satisfacción del cliente y mayores beneficios.
Los tres factores que influyen en la productividad de un colaborador comprometido son: tiempo, talento y energía. ¿Cuánto tiempo de cada empleado se dedica a actividades productivas?, ¿cuánto se desperdicia en burocracia innecesaria?; ¿cómo se despliegan los mejores talentos de la empresa?, ¿están asignados en roles en los cuales puedan hacer la mayor diferencia?; ¿cuán comprometidos e inspirados están los trabajadores?, ¿están aportando su energía discrecional al trabajo?
Los beneficios de medir el compromiso son difíciles de ignorar, y no siempre tienen que ver con la satisfacción o felicidad de los trabajadores (aun cuando este índice también tiene importantes consecuencias, las que he comentado en otras columnas). El compromiso tiene que ver con la alineación entre los valores y metas del empleado con los de la organización, ese match perfecto que convierte al trabajador en el mejor embajador de una marca. Y es que los propósitos laborales comunes son un impulso sublime. Casi como llegar a la luna.
* Karina Perez és Managing Director de Executive Search en Robert Half para los Países Bajos